
Los hinchas son tipos desarraigados, hombres en su mayoría, que olvidan a sus familias al formar otra muy particular. Ocultos en la masa de las gradas, parecen realizarse en alegre camaradería lanzando improperios a jugadores, árbitro y afición del equipo contrario, y protagonizando actos violentos. Algunos, los líderes, buscan particularizarse con acciones brutales más espectaculares, de las que casi no se dan cuenta, pero que disfrutan de un modo salvaje. La violencia aparece de modo seco e impactante.
El relato es pesimista y duro. Muestra la situación esquizofrénica, difícilmente soportable, que les toca vivir a los agentes infiltrados. Davis logra que el espectador se involucre en el relato mediante el personaje de John, un policía que al principio busca hacer bien su trabajo pero que, identificado con su papel de hincha violento, acaba convertido en uno de ellos. Su progresivo deterioro tiene implicaciones en su vida matrimonial; John bebe y maldice, y se comporta como un animal al ejercer la sexualidad. Este último aspecto es mostrado con bastante crudeza formal. El director juega además con cierta ambigüedad, pues no ofrece, en las personas que llevan una vida normal, motivos para rechazar el estilo de vida de los hinchas. Sin aportar soluciones, enseña una sociedad decadente, a la que fallan los resortes morales, porque se desconocen o, quizá, se ignoran culpablemente.
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